El desarrollo regenerativo es un cambio de paradigma, otra mirada. Por lo que tenemos que salirnos de la idea de que es una sostenibilidad mejorada, que es una palabra de moda que ahora hay que incluir en todo nuestro marketing, que son prácticas incluidas dentro de la sostenibilidad, o que la diferencia con lo que veníamos haciendo es que el viajero debe dejar el lugar mejor de lo que lo encontró.
Para ello, vamos a necesitar ahondar en ello y no quedarnos con el primer o segundo artículo que leamos sobre turismo regenerativo.
Lejos de apegarnos a etiquetas, va a ser importante fijarnos en los principios de la regeneración: entre ellos, aplicar una mirada sistémica, entender que somos naturaleza, centrarnos en crear sistemas que generen vida, diseñar siempre a partir del lugar y trascender del trabajo de competición e individualista, al trabajo colaborativo, en el que exista un propósito común. Las relaciones, en la regeneración, son centrales. Por tanto, si esto no es algo que ya estábamos practicando, nuestra perspectiva del mundo va a cambiar.
Podemos encontrar muchos de estos principios en los saberes ancestrales, y existen personas y organizaciones que han sido pioneros en darle forma a este paradigma, como Regenesis Group, Anna Pollock, Camina Sostenible, Daniel Christian Wahl y Michelle Holliday, entre otros.
Después de estos dos años de pandemia, ha sido más que evidente que debemos ser más resilientes. Y las empresas/emprendimientos tienen un gran poder para generar esta resiliencia, no solo para sí mismas, sino para el destino donde operan.
Pero antes de querer tomar acción en lo externo, o en nuestros productos, primero debemos mirar hacia adentro. La resiliencia empieza por nosotros mismos, y sigue con nuestra organización, nuestra comunidad y nuestro territorio. Debemos tener coherencia y no podremos realmente entender la regeneración hasta que no hagamos ese importante cambio de percepción interno y personal.
Comentaba en el punto anterior que la regeneración nos ayuda a entender que somos naturaleza, y las empresas no son la excepción. Y es por eso por lo que debemos darnos cuenta de que nuestro proyecto, empresa u organización, es un ser vivo; una organización viva. ¿Y esto qué significa? En pocas palabras, las organizaciones vivas son la comprensión de las organizaciones humanas como sistemas vivos y no como máquinas. Los seres vivos somos autónomos y estamos llenos de complejidades, y ahora más que nunca, necesitamos tener un sentido de identidad y propósito colectivo, de los que muchas empresas carecen.
A través del análisis de las empresas y de su relación con la naturaleza (una de las formas es el trabajo del filósofo austríaco Rudolf Steiner que luego llevó a las organizaciones Bernard Lievegoed, con cuatro dimensiones que comparan las organizaciones con seres vivos, y toman vida a través su análisis y la realización de las similitudes que tenemos). Tal y como plantea Lievegoed, una organización es una combinación hermosa entre procesos intuitivos y naturales, con la parte espiritual del ser humano.
Si tenemos en cuenta que la naturaleza funciona de forma perfecta, con una comunidad megadiversa con sistemas que se retroalimentan, ¿Por qué no aprender de la gran maestra? En la naturaleza, prevalecen las relaciones simbióticas, el compartir de la información y nutrientes y la colaboración (pensemos en las hormigas, en los árboles, en los hongos…). Si nos alineamos a los principios de los sistemas vivos, como agilidad, resiliencia y auto-organización, y generamos reciprocidad y diversidad de relaciones, podemos obtener resultados maravillosos. Y es por eso por lo que ya muchas empresas los están aplicando.
Tener una visión común y un propósito compartido, es una base esencial para poder crear proyectos que generen vida.
La regeneración tiene una particularidad que estaba faltando en viejos paradigmas: los proyectos deben diseñarse a partir del lugar. Por tanto, no sirve traer una idea que ha funcionado en otros lugares y tratar de aplicarla sin antes habernos tomado el tiempo de entender el lugar, su historia, sus particularidades, los sistemas que le dan vida al lugar, y la cosmovisión de sus gentes.
Tenemos que plantearnos primero, ¿Conocemos la historia, los patrones del lugar y este proyecto lo honra? ¿Esto que quiero hacer se alinea con el lugar y sus procesos? ¿Cumple con las necesidades y visión del lugar? ¿Me he tomado el tiempo de hablar con las (o las otras, si yo soy del lugar) personas del lugar, escuchar sus deseos, alinear nuestras visiones y co-crear esta idea de forma que ellos no sean meros testigos de lo que está pasando en su biorregión? ¿Qué alianzas son necesarias?
Tomarse el tiempo para hacerse estas preguntas, será esencial para el florecimiento del proyecto, el lugar y sus habitantes. Finalmente, nuestro proyecto turístico debe ser un medio para conseguir esto.
Las operadoras son un fuerte lazo que une a todo tipo de actores. Debe articular una gran cadena de valor, que cumplen su rol en el tejido de una gran red que debe tener una visión compartida de lo que desean que ocurra en el destino, que deben priorizar la vida y por tanto cambiar el viejo paradigma que coloca a la economía en el centro, pasando a poner la economía al servicio de la vida y poniendo la naturaleza en el centro.
Antes de pensar en las tendencias en el mercado, antes de pensar en cumplir con los deseos del cliente, debemos crear una base sólida entre ese conjunto de personas y de sistemas que van a hacer posible esa hermosa conexión entre el viajero y el destino.
La creación de redes locales que compartan un propósito, en la que se unan actores que ofrezcan servicios para el turista como actores que no lo hagan, pero que también deben formar parte de la planificación local, para que el “desarrollo” en el destino sea saludable y genere abundancia para todos.
Como operadoras, no solo debemos cuidar cada uno de los servicios que participan en las experiencias creadas, sino que además podemos ayudar a inspirar a otros actores para que desarrollen actividades regenerativas; sistemas que conduzcan a la vida: proyectos de permacultura, de agricultura/ganadería regenerativa, de arte y de cualquier tipo de actividad que genere comunidades florecientes.
Una experiencia potencialmente regenerativa es algo más que hacer un tour en la naturaleza. Es algo más que compensar nuestra huella de carbono o dejar el lugar mejor de lo que lo encontramos.
Es una experiencia que permite que nosotros como habitantes del lugar, después de haber construido unas bases sólidas para construir un futuro común, podamos disfrutar del hermoso potencial del “turismo”, que es la conexión y encuentro entre culturas, el intercambio, el orgullo de mostrar nuestro hogar.
Una experiencia que no va a alterar nuestro modo de vida, sino que va a honrar el propósito del lugar. Una experiencia que va a generar espacios de conexión, en el que el visitante va a tener oportunidad de conectar consigo mismo, con nosotros y con la naturaleza. Vamos a invitarle a sentir el lugar, a amar el lugar tanto como nosotros lo hacemos.
Y la co-creación de una experiencia que honre el lugar, va a ser siempre una experiencia única e innovadora.
Además, cuando en el destino hay un propósito co-creado y se coloca a la naturaleza en el centro, tendremos la capacidad de enseñar nuestro lugar con orgullo. Podremos mostrar a nuestros viajeros que la naturaleza es un ser vivo con el que co-evolucionamos y que nos moldea y cuida, así como nosotros la moldeamos y cuidamos. Ese cambio de perspectiva, entendiendo esa reciprocidad, así como la han entendido siempre las comunidades indígenas, es fundamental para que la experiencia, más que transformativa, sea trascendental.
La apertura, la comunicación, la honestidad, y sobre todo las preguntas, como declara Daniel Wahl en su libro “Culturas Regenerativas”, son esenciales en este cambio de paradigma.
La regeneración no es un estado estático, o unos objetivos a los que llegar y declarar al mundo que nuestro proyecto es “regenerativo”. Es una cultura, un modo de vida, una evolución dinámica constante que prioriza y genera vida.
Si queremos que otras personas se unan a este viaje, además de crear conciencia, debemos invitar a co-crear el futuro que queremos. Debemos predicar con el ejemplo y estar siempre abiertos a aprender y a dar, así dejaremos atrás el EGO, pasando por el ECO y llegando al SEVA, donde estaremos al servicio de la vida, dando más de lo que tomamos, y generando una cultura regenerativa.
Así, tenemos una gran oportunidad de sentarnos y soñar, de hacernos más y más preguntas, de seguir aprendiendo de otros y no pensar que lo sabemos todo, de dejar de temer la escasez y movernos hacia la abundancia, de acercarnos más y más a la naturaleza y no luchar contra ella, y de ir dando pasos para dejar atrás la competición y colaborar para poder ayudarnos y ayudar a otras organizaciones, comunidades y destinos a florecer.
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Sonia Teruel